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martes, 24 de enero de 2017

Existe un ángel.



Existe un ángel que sobrevivió, que ganó a la muerte, para iluminar la vida de su hermana.

sábado, 14 de enero de 2017

El pasado trágico de los Lowell -Parte 3.



Un mes después…

La fábrica cerró  sus puertas con todos los trabajadores dentro. Justo cuando se cerró, un obrero llegó. Eric escuchó que le dejaban pasar pero no le pagaría el salario de ese día, por llegar tarde. El hombre entró maldiciendo y sollozando porque no tendría nada que dar de comer a sus cinco hijos cuando llegara a su casa a las 12 de la noche.
Eric  suspiró, agachó la cabeza y siguió trabajando.


En este mes que ha pasado, la casa de los Lowell estuvo de todo menos tranquila.
La mujer de John dio a luz. Pero no se oyen llantos en la casa, sino en la mente de este pobre chico. Le invade la tristeza, como no podía ser de otra forma, porque ni su bebé que venía de camino ni la madre, sobrevivieron al parto.
  
Un día, Cecilia y su familia estaban en la mesa con un plato de judías secas y un trozo de pan.
John miraba la poca comida que tenía la familia Lowell. Eric, que se había dado cuenta de que John estaba mirando la comida, le dijo con los ojos llorosos y cara triste:
-Lo siento –maldijo el no poder darle nada para llevarse a la boca.
-No te preocupes –le contestó después de hacer una mueca de tristeza.
Eric, Cecilia y sus hijos se quedaron mirando como John se levantaba del suelo y se llevaba a su hijo de 9 años a la calle. Todos sabían que no iban a jugar.

Se escuchaba por el barrio que dos personas más, se habían muerto en la fábrica por haber trabajado jornadas largas  con poca ventilación.




Cinco meses después…

Cecilia había trabajado en la fábrica hasta el último día antes del parto.
Nació viva y la llamaron Hope.
Como no podía dejarla con nadie, se la tuvo que llevar a la fábrica.
Estuvo trabajando con ella en brazos, llorando porque sabía que el ambiente no era bueno para nadie, pero menos para una recién nacida.
Mientras trabajaba repetía una y otra vez ‘Hope’, con la vista nublada y la cara llena de lágrimas. Esperanza, por un cambio positivo en sus vidas.
Pero eran pobres y no había leyes de protección. Los jefes mandaban. Y como ellos mandaban, Cecilia no pudo limpiar a su bebé cuando se orinó en esa fábrica mugrienta.
Hope llegó a su casa sucia y con infección en la piel.
La mujer de Eric lloró toda la noche pensando que a la mañana siguiente, se la tendría que volver a llevar a la fábrica. Así fue y regresó prácticamente muerta. A la infección de piel, se le había unido la inhalación de dióxido de carbono y, como no había descanso, no podía darle de mamar a su niña, estaba desnutrida.
Lo ideal hubiera sido que llamaran a un médico por si todavía no era demasiado tarde. Pero, ¿con qué dinero le pagaría al médico si apenas podrían sobrevivir ellos?




Unos meses después…

Eric regresó de la taberna como cada domingo y se encontró a su mujer llorando.
-Ey, Ceci, ¿qué pasa?
-¿Que qué pasa? ¿Que qué pasa? ¿Y tú me preguntas qué me pasa? –Su mujer estaba empezando a levantar la voz y a sobresaltarse– Eric, ¡maldita sea! Los niños están hambrientos y no puedo darles nada porque ¡no tenemos ni una miga de pan!
Eric se quedó sorprendido y se quedó un momento sin reaccionar. Nunca había visto a su mujer tan alterada.
-No hay pan, no hay nada –repetía Cecilia una y otra vez. Parecía que estaba al borde de la locura.
Su marido se le acercó, despacio por si le daba otro ataque y le daba por coger un cuchillo. La abrazó mientras ella miraba un punto fijo de la habitación.
-¡Hope! Hope está llorando. Se ha orinado, ¡tengo que limpiarla! –Dijo Cecilia mientras se alejaba de su marido–. Tengo que limpiarla antes de que…
Pero Eric, con los ojos llenos de lágrimas, la cogió por los brazos y terminó la frase que ella había empezado:
-Antes de que nada, cariño. Porque Hope está muerta. No está con nosotros. Ya no. ¿Recuerdas? –le hablaba bajito.
Cecilia negaba con la cabeza. No quería admitirlo. Llevaba meses sin querer admitirlo.
Eric le dio un beso a su mujer y luego, la volvió a abrazar. Poco a poco, Cecilia se fue calmando.
En ese momento, los hijos, que habían presenciado la escena, se levantaron del suelo y corrieron a abrazar a sus padres.
Puede que no tuvieran comida, puede que hubiera muchas muertes, puede que les invadiera la tristeza y la locura, pero también tenían AMOR. Y, es eso lo que mantiene unida a las familias ¿no? El amor en los malos momentos. ¿Os imagináis que no lo hubiera en este barrio? El ambiente sería aún más negro de lo que es. Más cargado, mucho más triste. No habría destellos de luz.

miércoles, 4 de enero de 2017